Estaba exhausto, en mis 18 años de vida no había vivido momentos de tanta intensidad como los de aquel día. En este instante me sentía absolutamente incapaz para discernir entre lo adecuado o lo inadecuado de nada, sabia que había tocado que jamás antes estaba en mi horizonte traspasar. ¿Qué había al otro lado del umbral?, no lo sabía. ¿Me gustaría verlo?, ya las certezas en mis preferencias se habían vuelto difusas, mis certezas se diluyeron en el torbellino de acontecimientos que desencadenó ese huracán llamado Carolina. Estaba exactamente a la mitad de un puente que se derrumbaba sin tener idea de por cual de los dos extremos debía escapar.
-¿Cómo te sentiste en tu primera salida en pantaleticas? Dijo Carolina mientras me jalaba el borde de las bragas que asomaban por la parte posterior de mis ajustados jeans. Se me hizo evidente que ella encontraba un perverso placer al poner mi debilidad de manifiesto. ¿Mi primera salida había dicho? ¿Era eso un anuncio de los que vendría?.
-Vamos a fumarnos uno antes de dormir, dijo volviéndose hacia la peinadora para encender el porro, mientras lo encendía de espaldas a mi y a mi hermana preguntó:
-¿Verdad que Luís esta buenísimo?
La pregunta me cayó como esos goles de minuto noventa en contra. No sabia como reaccionar, ¿A quién iba dirigida la pregunta?, ¿A mi hermana?, ¿A mi?. La ambigüedad de la situación me impedía tener un marco de seguridad en lo que debía, o no, hacer y decir.
-Toma dijo Carolina a Sandra pasándole el “cacho”, vamos a ponernos cómodas. Tu puedes quitarte esos pantalones, tendré que buscarte otros pantaloncillos para que duermas, los del otro día los dejaste sucios, me dijo.
Al momento estaba poniéndome unos shortcitos de satén amarillos con una hilera de afeminados botoncitos a cada lado, los cuales formaban parte de un pijama de Carolina. Al subir la mirada observé que Sandra y Carolina estaban tendidas en la cama besándose. Mi vista se apartó para posarse sobre la foto de la cómoda en donde estaban ambas, muy juntas sonriendo.
-¡Huy! Criaturita, no estés celosa, Entre nosotras no debe haber barreras, ¿Verdad Sandra?, no me gustan los celos, anda ven aca.
Las chicas se pararon rodeándome, Carolina por detrás de mi comenzó a acariciar mis nalgas.
-¡Sandra!, dijo Carolina, mi hermana se acercó a mi colocándome el pitillo en mi boca, aspiré profundamente, como queriendo que el humo que entraba a mi cuerpo incinerará mis angustias, expiré poco a poco como liberando lentamente mis temores, al desvanecerse el humo sentí la sorpresiva intrusión de la lengua de mi hermana en mi boca, su penetración saturó mis sentidos con su incestuosa profanación. Otra barrera quedaba hecha trizas.
Sentí el mordisco de Carolina en mi oreja.
-Quédate tranquilito, ya eres parte del clan, relájate, disfruta, ya no debe haber ningun prejuicio entre nosotros. Las manos de Carolina acariciaban mi pene, comencé a ser lentamente ordeñado por sus manos enfundadas en la tela de satén.
-Ya no tienes nada de que avergonzarte, a partir de hoy debes abandonarte al disfrute, veras como te llevaremos al cielo, me susurraba Carolina al oído. Mi hermana muy suavemente mordisqueaba la punta de mis tetillas. Estaba totalmente atrapado entre las chicas. La otra mano de Carolina empezó su intrusión entre mis glúteos, y uno de sus ensalivados dedos comenzó su danza dentro de mi ano, suavemente, lentamente, exactamente al mismo ritmo con el cual mi pene era masturbado.
-¿Te gusta estar así entre chicas? ¿Verdad?. ¡Dilo!, me requirió Carolina.
-¡Si!, Si me gusta, respondí dejando abatidas todas mis resistencias.
-¿Lo ves?, te dije que a tu hermanito le gustaría, sólo es asunto de irlo llevando, de derrumbar sus prejuicios.
-¡Ahh!, gemí al sentir súbita la intrusión de un segundo dedo en mi esfínter, sus dedos jugueteaban mas y mas en mi interior, el ritmo se incrementaba, su mano no paraba de masturbar mi polla. Mi hermana pellizcaba las rosetas de mi pecho mientras Carolina mordisqueaba la parte superior de mi espalda. Sentía mi pene a punto de explotar.
-Venga, bello, queremos que sueltes toda la lechita que te queda.
La esperada erupción fue recogida por la mano de Carolina, que sin esperar que la sensación de éxtasis se desvaneciera, me la dio a lamer, su manos se restregaban sobre mi rostro, sus dedos bañados de semen penetraban mi boca.
-Eres una “tragona”, con Luís te comportaste como toda una putica.
Enrojecí al oír el comentario, la risita de Sandra hizo mas humillante el trance, sin embargo entendí que el tiempo para una rebelión al trato que Carolina me daba había pasado, el puente estaba roto y ya no tenía mucha elección, no había espacio para desandar el camino, ya estaba demasiado expuesto a los ojos de las dos chicas.
Mi cara y mi boca estaban llenas de semen, Carolina contemplándome, dijo
-Estas vuelto un asco, ven que te voy a enseñar a limpiarte la cara, además no puedes acostarte nunca con resto de maquillaje. Mojó mi cara en agua tibia y comenzó a masajear mi cutis con sus manos impregnadas es un suave jabón liquido.
-Tienes que cuidar ese bello rostro, es uno de tus “ganchos” Con un algodón humedecido en loción desmaquillante removió con cuidado la mascara de mis pestañas, finalizó aplicándome una crema humectante por toda mi faz.
Mientras Carolina se afanaba en la rutina de cuidado de mi piel, no puede evitar pensar en el fascinante contraste de su actitud, a ratos hiriente, cortante, humillante; en ocasiones salvajemente excitante; y en otros, como ahora, tiernamente cariñosa. Era una gema de múltiples cantos y encantos.
-Hasta el pantaloncillo lo manchaste con tu esperma, y ya no tengo otro, no te va a quedar otro remedio que usar una dormilona, pasándome un camisón igual al de ella y Sandra. Era también de satén amarillo, la parte superior era de delgadas tiritas, y un delicado lazo situado en el centro del pecho, escasamente me cubría un poco por debajo de mis glúteos.
En una esquina del cuarto vi como estaba tirada la ropa con la cual había llegado hoy a la casa de Carolina. De la gabardina al satén de la mano de estas dos diablas que me ofrecían un cielo.
Esa noche nos quedamos los tres en su cama, en el momento en el cual abracé a Carolina, justo antes de quedarme dormido, una sensación de dicha y calma me invadió. Estaba feliz.
-¡Muchachas levántense!, la voz me despertó de golpe, entreabrí mis ojos para ver a la mama de Corolina descorriendo las cortinas de la ventana para que la luz invadiera el cuarto, obviamente había pensado que en la cama se encontraban tres chicas. Giré hacia el lado opuesto tratando de que mi rostro no fuese fácil de divisar.
-Las espero abajo para que desayunemos. Dijo saliendo de la habitación.
******* Octava Parte*******
22/Sep/2008
-¿Tu madre me habrá visto?, ¿Qué hacemos ahora? Pregunté a Carolina con evidente angustia. Trataba de encontrar una salida a la situación, no podía pensar en simplemente escapar, era claro que había visto tres personas en la cama, no sabia que hacer - ¿Si me visto de chica tu crees que tu madre se de cuenta?
-No seas tonto, claro que se dará cuenta que no eres una chica, que te veas algo femenino no significa que puedas pasar por una muchacha de buenas a primeras, para algo así se requiere tiempo para poder feminizarte mas. Mi madre no es ninguna tonta, si no tienes un aspecto totalmente femenino sospechará y acabará por descubrirnos.
-¿Entonces que hacemos?
No seria aceptable que Carolina hubiese pasado toda la noche en la cama con un chico habiéndose quedado sola en la casa, era un hecho que ninguna madre aceptaría de buenas a primeras.
-La única alternativa que tenemos es que te vea como un chico absolutamente inofensivo, tienes que verte y comportarte absolutamente afeminado, de modo que sea evidente que eres incapaz de funcionar como un macho. Esa es la única solución, venga a vestirnos, tu ya lo sabes, tienes que mariquearte lo mas que puedas, no vayas a meternos en un problema a todos.
Me puse de nuevo los ajustados jeans negros a la cadera de la noche anterior, una camiseta T shirt de cotton lycra negra con ribetes rosa que acentuaba la delgadez y fragilidad de mi cuerpo y zapatillas de goma bajas también de color negro que asemejaban las de una bailarina.
Rápidamente Carolina acentuó mi afeminada imagen con un toque de máscara en mis pestañas y brillo labial de color neutro, lo suficiente como para que no me viese excesivamente maquillado para esa hora de la mañana, pero que se notase la presencia en el rostro de los cosméticos.
-Ya lo sabes a partir de ahora eres una “maricona”, así que compórtate como tal, al menor indicio mi madre puede sospechar.
Tenía miedo ¿Qué iría a decir la madre de Carolina? ¿Armaría un escándalo?, después de todo yo había pasado toda la noche en su casa en la cama con su hija. ¿Se lo diría a mis padres? Esta última posibilidad de veras me aterraba. Nunca me había sentido como una marica, sin embargo la estrategia de Carolina parecía ser la única posible. Baje las escaleras presa de un gran temor
-¡Ah!, Pero si es un chico, fue la primera exclamación de la madre de Carolina
-Mama, parece un chico pero en realidad es casi tan mujer como nosotras, fue la rápida respuesta de Carolina
-Ya veo, dijo escrutándome de arriba abajo con la mirada, no te preocupes en el teatro hay muchos como “ella”.
Me ruboricé al oír la expresión de la señora refiriéndose a mi en femenino, pero paralelamente sentí una sensación de alivio al ver que la idea de Carolina funcionaba por el momento.
-Desde pequeño siempre se comportó como una niñita, expresó mi hermana, dirigiéndome una mirada de picardía.
-Bueno, bueno, siéntense a desayunar chicas, Aquí tienen cereal, yogurt, frutas y café. ¿Te molesta me dirija a ti como una chica?, me preguntó directamente, como poniéndome a prueba.
-No señora, no se preocupe, últimamente esa confusión se va haciendo algo común, ya estoy acostumbrándome. Le respondí tratando de sonar lo mas amanerado posible.
-Me caen ustedes como anillo al dedo, esta noche invité a un productor amigo mió, estoy tratando de obtener un papel en su obra y me pueden ayudar con la lectura dramatizada que quiero hacer. Claro para ello deberían ensayar un poco, Carolina mi amor, en el estudio está el guión ¿Puedes ocuparte de ello? ¡Ah!, ocúpate también de tener lista la cena, debo salir en la tarde y llego en la noche con el productor.
Las ametrallantes palabras de Cristina, la madre de Carolina, dibujaron el panorama de lo que seria el discurrir de nuestro día, haciendo hicieron trizas mis esperanzas de una rápida huida. Me resigne a tener que realizar el papel que se me había asignado durante el día y el que se me asignaría para la representación de la noche.
-Hasta ahora lo haz hecho perfecto, sigue así y nos ira bien. Me dijo Carolina cuando quedamos los tres solos.
Mientras las muchachas recogían los trastes sucios del desayuno, yo los fregaba, al terminar Carolina buscó el texto de los parlamentos que deberíamos aprender para la noche.
-Yo me lo leeré y asignaré los papeles. Asumiendo una vez mas su inocultable liderazgo sobre mi y mi hermana.
-¡Es perfecto!, además sólo hay tres personajes, todas mujeres, nos vendrá perfecto para convencer aún mas a mi madre. Tu harás uno de ellos, tu hermana el otro y yo ensayaré el papel que le tocará a mi mama.
Buena parte de la tarde de esa parte la dedicamos a practicar las líneas que debíamos aprender, al comienzo me cohibí un poco, dadas las características del personaje que me tocaba interpretar, al final me resultó muy divertido, nos reímos y disfrutamos mucho con todas nuestras equivocaciones e intentos de dramatización, después de algunas horas terminamos haciéndolo bastante aceptable, la mama de Carolina no tendría mucho que reprocharnos.
Al caer el sol Carolina recordó que debíamos preparar la cena, yo me encargué de sacar la piel de algunas verduras que utilizaríamos en una sopa mientras las chicas a mis espaldas elaboraban el guiso. Estaba concentrado con mi labor con el cuchillo cuando sentí unas manos que acariciaban mis glúteos.
-Hasta ahora has sido una “niña” buena, sigue así, mariquísima, y nos ira divinamente, me fascina verte tan obediente. Era Carolina que como siempre dio por terminada su frase con un leve mordisco en mi oreja.
Hora y media mas tarde estaba la cena lista, nos quedaba el tiempo justo para vestirnos antes de la llegada de la señora con su productor.
Una vez mas la incertidumbre del vestuario, lo que hasta ahora no había sido para mi mas que una sencilla protección contra el ambiente, cobraba significación, cada vez se me hacia mas claro que si bien no somos exactamente lo que vestimos, vestimos como pretendemos ser. Los otros y nosotros reaccionamos al estimulo visual de la apariencia, envolvemos a las personas en el invisible celofán de nuestras percepciones, y el llamado de la moda que portamos crea la situación en donde actuamos.
Ya la decisión de cómo vestir no me pertenecía, era Carolina que dictaba la pauta que yo debía seguir. Era una cena informal, pero con gran importancia para su madre.
-¿Qué te pondremos? ¿Criaturita que te pondremos? Se preguntó a si misma.
Lo primero que me dio fueron unas bragas negra de encaje.
-Mucho cuidado con ellas no me las vayas a estropear son de mis favoritas. Un pantalón ¿Qué pantalón puede ser? No puede ser un jeans, es demasiado informal, a ver, ponte este.
Me dió un pantalón negro de vestir, a diferencia de los jeans, el talle era alto, mas alto que en los pantalones usuales de chico, la cinturilla era ancha, asemejando una especie de fajín la cual se abrochaba en la parte delantera con tres botones. Era un pantalón muy femenino que entallaba y afinaba mi cintura.
-Date la vuelta, a ver como te queda, Sandra mi amor, mira el “pompis” que se le ve a tu hermanito con este pantalón, ¿No se le ve bellísimo?
-Es la marca de familia, todas las “mujeres” de la familia lo tenemos así, formadito y paradito, dijo mi hermana entre risas.
Sacó del armario una blusa de seda con un estampado de flores con tonalidades rojas, naranjas y amarillas. Sus mangas eran amplias recogiéndose en unos ajustados puños.
-Esta te combinará perfecta.
Era la primera vez que vestía una blusa de chica, una de las cosas que me extraño es que la abotonadura de la misma era inversa a las que acostumbraba a vestir, nunca me había percatado de este detalle, lo cual hacia que mis manos lucieran algo torpes al abotonarlos.
-Sandra, ve removiéndole el barniz violeta de las uñas de tu hermano, ponle un rosadito suave, neutro que casi no se le vea, ¿Qué zapatos te podrás poner? No pueden ser deportivos, y no creo que en tacones puedas estar, para comenzar no podrías caminar en ellos, habría que “enseñarte”. Dijo soltando una carcajada.
A la final me pasó unos zapatos de charol, de tacón bajo, hubiesen sido bastante discretos si no puede por un broche dorado que tenían a sus costados, lo que hacia imposible dejar de mirarlos.
-Listo, te ves “divinísima”, todo el que te vea pensará que eres un chico “finísimo”. Siéntate, te retocaré el maquillaje.
Esta vez a la mascara de pestañas y el brillo labial, ligeramente mas rosa que el de la mañana, se unió algo de sombras en mis ojos, de un tono solo un poco mas oscuro que mi piel, de forma de lograr que sin notarse demasiado lograra resaltar mi mirada.
-Justo a tiempo. Dijo Carolina al oír el coche de su madre desplazarse por la vereda de entrada.
Al abrirse la puerta entró la señora Cristina, acompañada de un hombre de unos 40 años, alto, delgado, de impecable aspecto, por su apariencia era obvio que cultivaba tanto su aspecto como su forma física.
-Hola Chicas, este es Guillermo Montilla, es el que será mi futuro productor. ¿No es verdad Guillermo?
-Je, je, je. Rió el hombre. Cristina, Cristinita, no vas como muy rápido, eso debemos discutirlo hoy.
-Esta es mi hija Carolina y su amiga Sandra con su hermano. Nos presentó la señora.
-Pero si este es un “pimpollo”
Tuve que hacer un esfuerzo para contenerme, baje mi rostro, pensé el lío en que me vería si la madre de Carolina sospechara que era algo distinto a una maricona, pensé en Carolina, me gustaba demasiado, no podía fallarle.
-¿No es una divinidad?, dijo riendo la señora Cristina. Vamos pasando al comedor. Chicas vayan a servir la cena.
Me dirigí con las muchachas a la cocina a buscar las bandejas con la comida, antes de sentarnos a la mesa servimos en los platos de la señora Cristina y su invitado sus porciones.
-¿Esta bien así de sopa señor?, pregunté al momento de servirle.
-Muy bien lo haces, muy bien. Me respondió.
Durante la cena trataba de pasar desapercibido, callado, con mi vista baja. En dos o tres oportunidades me percaté de las miradas escrutadoras tanto de la madre de Carolina como de su productor, supongo era inevitable dada mi peculiar apariencia. Del otro lado de la mesa Carolina me enviaba miradas y sonrisas de aprobación.
La cena se prolongó por un tiempo, la conversación giraba en torno a la carrera profesional de la señora Cristina.
-Guillermo, ya no estoy para hacer papeles de damisela, creo que el papel en tu obra puede abrirme la puerta a la transición para otro tipo de papeles, mas maduros, con mas fuerza.
-No lo sé, Cristina, aun eres una mujer joven, te ves divinamente. No es que dude de tu fuerza expresiva, ¿Estás segura que quieres hacer ese tipo de papel?
-Por supuesto, hemos preparado una lectura dramatizada, quiero que la veas Guillermo, si no te gusta no se hable mas del asunto. Chicas vayan a prepararse.
-¿Prepararse?, ¿Qué significaba prepararse? Pensé. Hasta el momento había creído se trataba sólo de recitar el parlamento.
Salimos a la habitación contigua, Carolina, quien obviamente lo había preparado todo, nos dio a mi hermana y a mi idéntico atuendo, blusa blanca manga corta y una falda corta negra de tablas.
-Pónganse esto. ¡Tu no empieces con tus miedos!
La cortante frase de Carolina no dejaba lugar a réplica, sin chistar vestí por primera vez en mi vida una falda y de dispuse a entrar en el salón en donde haríamos la representación.
Comenzó la función.
Al rato estaba yo declamando frente a la señora Cristina y mi hermana
…La señora nos ha vestido como unas princesas, la señora ha cuidado a Clara o a Solange, puesto que la señora nos confundía siempre; la señora nos envolvía en su bondad. La señora nos permitía vivir juntas a mi hermana y a mí. Nos daba las chucherías que ya no le servían. Tolera que el domingo vayamos a misa y nos coloquemos en un reclinatorio cerca del suyo…
(Fragmento de la obra Las Criadas de Jean Genet)
Al terminar la algo improvisada “representación”, la señora nos felicitó a mi hermana y a mí. Besándonos en ambos cachetes nos dijo:
–Lo hicieron excelente para no haber actuado nunca. Carolina te felicito hiciste un excelente trabajo con este par, ahora recojan la mesa mientras yo converso con Guillermo.
Comencé a fregar los trastes, mientras las chicas entraban y salían de la cocina trayéndome la loza y los cubiertos utilizados, de pronto sentí por debajo de mi falda unas manos que acariciaban mis glúteos. - Es Carolina de nuevo, pensé por una fracción de segundos antes que mis sentidos se percatasen que tanto la textura de la piel como la fuerza con que lo hacían no eran similar a sus caricias.
Me volví bruscamente para encontrarme cara a cara con el señor Guillermo.
-Lo hiciste divinamente bien, me dejaste impactado, me dijo.
-Pero señor que hace. Respondí apartándome rápidamente del fregador y dirigiéndome a la otra esquina de la cocina
-Ven acá, acércate.
-No señor, creo que usted se equivoca conmigo… a pesar de mi aspecto…
-¡El que estas equivocado eres tu! Ya lo veras. Dijo saliendo rápidamente de la cocina.
Me quedé perplejo, no sabia que hacer, el invitado de la señora Cristina había salido evidentemente molesto, ¿Qué debía hacer?, ¿Tendría decirle lo ocurrido a Carolina?
En el comedor se escucharon algunas voces, eso me aterrorizó más. Si fuese posible desaparecer de esa casa lo habría hecho.
Carolina entró a la cocina, estaba visiblemente molesta.
-¿Qué coño estas haciendo?, esta noche es demasiado importante para mi madre y para mi, no voy a dejar que un “maricón” como tu la arruine. ¿Quieres que le diga a tus padres que su “hijito” se dedica a masturbar pollas por debajo de la mesas en las discotecas? ¿O les digo como tragas semen?, Tal vez les muestro tu tatuaje ¿Eso te gustaría? ¿Qué crees que pasaría si hago eso? Vas a entrar al salón y vas a hacer exactamente lo que se te diga, así tranquilito, sin chistar ¿Estamos?.
-Si Carolina entendí, y la seguí hacia la puerta del salón.
******* Novena Parte*******
30/Sep/2008
Entré al salón siguiendo a Carolina, su madre estaba sentada en una poltrona, frente a ella se había dispuesto una pequeña mesa de unos cuarenta centímetros de alto.
-Pasa niña, que ahora te toca la segunda función. Me dijo la señora Cristina, a su lado el señor Guillermo exhibía una sonrisa de triunfo.
-Ven, apoya tus manos sobre la mesa, no te preocupes yo estaré contigo. Dijo Carolina, mientras se colocaba a un extremo de la mesa justo enfrente.
Mi cuerpo se arqueaba por la limitada altura de la mesa, para colocar mis manos sobre la tabla debía doblarme de tal forma que mis glúteos se encontraban en el tope de mi anatomía.
Carolina, ya con el brillo de la provocación en sus ojos, clavó su mirada en la mía.
-Se buena, y no dejes de mirarme por ninguna razón.
Sentí unas manos acariciar mis nalgas por encima de mi falda, esta vez no era una sensación desconocida para mi, sabia se trataba del señor Guillermo.
-Te das cuenta maricón que de nada valía oponer resistencia, tienes unas nalgas bellas, redonditas, formaditas, no iba a irme sin el placer de tomarlas. ¡Vamos súbete tu mismo la falda!
Con mis manos subí lentamente la faldita que cargaba, como ofreciéndole a un comensal el platillo que iba a degustar, mi culito quedo a la vista de todos, vestido sólo por las bragas de encaje que formaban un pequeño triangulo en la parte superior luego que el delgado hilo de la tanga emergía de mi raja.
Sin dejar de ver a Carolina, pensé que mi hermana estaba contemplando toda la humillante escena, me encontraba indefenso y sin otro camino que el de dejar que dispusieran de mi cuerpo.
-Toma Guillermo, échale un poco de lubricante, después de todo es una “niña” virgen y no queremos que sufra en exceso. Dijo la señora Cristina alcanzándole un tarro de vaselina.
Sentí como las manos del señor bajaron mis bragas hasta las rodillas, luego el deslizar de dos de sus dedos untados con la grasa dentro de mi recto, de forma súbita, fuerte, viril, nada parecido a las suaves caricias internas que me había dispensado anteriormente Carolina. Entendí por sus maneras que yo no estaba allí para sentir placer, sino para producírselo.
-Con lo que me gusta un culito virgen ¿De verdad pensabas que me iba a ir sin cogerte?
Al instante sentí la punta de su ya erecto pene en la puerta de mi orificio anal. El ariete estaba presto a reventar todas mis posibles resistencias.
-arrrrrggg
Al entrar la sensación inicial más que dolor resulto ardor, sentía como un cometa incandescente penetraba por mi culo, quemaba mis entrañas como un tizón al rojo vivo-
-Quieta, relájate, y te prometo lo disfrutarás. Susurró Carolina en mi oído. Mientras el señor Guillermo comenzaba el lento taladrar de mis entrañas.
Miraba a Carolina, ella extasiada contemplaba como era sometido y penetrado, el brillo de sus ojos era intenso, la sonrisa en su rostro denotaba su propio disfrute.
Poco a poco, a medida que mi culo, empalado por el erecto falo, se desgarraba mas, la ígnea sensación fue cediendo paso, aminorándose. Conforme se sentía una mayor holgura de cavidad se incrementaba el ritmo del bombeo, una y otra vez la verga se hundía hasta las profundidades de mis intestinos y salía victoriosa para volver a horadar mi ano.
-Así, así, mariquita, ya lo estas disfrutando exclamó jadeando el señor Guillermo.
Dos lagrimas se evadieron de mis ojos para rodar por mi rostro y caer sobre la mesa, las manos de Carolina tomaron posesión de mi pecho, sus uñas se enterraban en mis tetillas, y sus dedos las jalaban y estiraban.
-Lo vez putica, relájate y disfruta, me dijo Carolina, mientras una de sus manos comenzó a masturbar mi erecto pene.
A mi espalda el señor Guillermo abría, mas y mas, mis nalgas con sus manos, como queriendo ganar espacio para que su verga tocase lo mas profundo de mi cavidad.
-Vamos a llenar tu culo de leche, como si fueses una puta.
Sentí como su polla se enterró totalmente en mi cuerpo, como dotada de vida propia la sentí expulsar dentro de mi su semen, a medida que escupía dentro de mi culo su carga se templaba mas que antes. Arquee mi espalda aun mas, sentía que yo también reventaba de las ganas. Aflojé completamente los músculos de mi esfínter. Cuando sentí los dedos llenos de semen de Carolina penetrar una vez más mi boca, comprendí que todo estaba consumado.
Al sentir mi ano libre del falo que lo subyugaba, caí de rodillas frente a la mesa, mi rostro escondido entre mis manos. Lloraba, lloraba de impotencia, lloraba de humillación pero sobre todo lloraba porque lo había disfrutado intensamente.
-Tranquila mi amor, ya todo acabó. Me dijo Carolina, mientras acariciaba tiernamente mi pelo.
-Vamos al cuarto, te bañaré y veras como te sentirás bien. Abrazadas subimos escaleras arriba.
-¿Te duele mucho tu culito?, me preguntó cuando nos quedamos a solas. –pobrecita “mi niña”, ven que te ayudó a limpiarte.
Con un paño humedecido en agua tibia, cuidadosamente fue limpiando mis nalgas, en el paño iban quedando, junto a los residuos de semen que destilaba mi ano, pequeñas manchas ocasionadas por coágulos de sangre que daban cuenta del desgarre de mi obertura. Al terminar la limpieza, Carolina tomó una caja de tampones sanitarios, de los que utilizan las mujeres para contener los flujos menstruales.
-Tranquilito, que esto no te dolerá nada e impedirá que manchas las sabanas de sangre. Con mucha delicadeza insertó el tampón en el orificio de mi ano.
-Ya esta, puedes cerrar tus nalguitas, ¡huy! ¡Cómo has llorado hoy! Pero era algo por lo que debías pasar, Me dijo mientras acariciaba mi cabeza.
*****
Desperté, el sol iluminaba ya la habitación, a mi lado Carolina dormitaba aun, yo no tenia demasiada conciencia del momento exacto en el cual me había quedado dormido. Carolina entreabrió sus ojos y mirándome sonriendo -¡Ya te despertaste preciosura! Con sus brazos me atrajo hacia ella y besándome me dijo:
-Hoy nos espera un buen día, después de ayer me convencí que harás lo que sea por estar junto a mi ¡Eso me encanta!, verás lo mucho que nos divertiremos.
Desayunamos, enfundadas en las batas de seda estilo oriental que antes le había visto vestir a ella y a mi hermana.
-Menos mal que mi madre me dejó el carro, tenemos mucho que hacer hoy.
De nuevo me vestí con su ropa, short de blue jeans, blusa blanca manga corta de chica y las zapatillas.
-¿Cómo amaneciste hoy? ¿Aun te duele el culito? Me preguntó mientras me pasaba otro tampón, entendí que este debía reponer al que se alojó toda la noche en mi interior.
Salimos en el coche, Carolina manejaba y yo iba a su lado, la veía alegre, emocionada, llena de vida, me fascinaba verla así, estaba totalmente enamorado de ella. Luego de un recorrido de unos diez minutos llegamos a un centro de estética.
-Hola Luisa, este es el chico del que te platique.
-La verdad es que es muy bello, luego del tratamiento quedará espectacular, pasen por aquí. Dijo conduciéndonos a un cubículo con una camilla en el centro.
-Por favor desnúdate.
Ya a estas alturas había entendido perfectamente cual era mi posición en todo esto, ofrecer resistencia era absolutamente inútil, así implicase quedarme en bragas frente a una chica desconocida.
-Están bellas tus pantaleticas, me dijo mientras calentaba la cera con la que me depilaría todo el cuerpo.
-Afortunadamente no tienes mucho vello corporal, tal vez lo que te pueda doler un poco será cuando te haga la línea del bikini.
Yo yacía desnudo e la camilla siguiendo las instrucciones de la dependiente mientras Carolina nos observaba.
¡Chaz!, ¡Chaz!
-¡Auch! Exclamé, reprimiendo un grito de dolor, mire hacia mis genitales y observé que el único vestigio de mis vellos era un pequeño y delicado triangulo en la parte superior de mi pelvis.
-Date la vuelta y abre un poquito las piernas, que ahora vamos con el culito. ¿Qué es esto? Me preguntó al ver el cordel del tampón colgar del orificio de mi esfínter.
-Es que anoche … Comencé a decir.
-¡Ah! Pero si ya eres todo una “hembra”, y cuando salgas de aquí lo serás aun mas.
Al rato mi cuerpo estaba totalmente carente de vellos, la crema hidratante que me colocaban se deslizaba por mi piel como una sedosa capa que se fundía con mi epidermis.
-Acuéstate la cabeza atrás.
Con una pinza comenzó a darle forma a mis cejas, ahora mi rostro exhibía unos arqueados y delicados arcos de inequívoca apariencia femenina.
-¿Trajiste los aretes? Preguntó a Carolina. Esta le entregó tres pequeñas cajas.
-Primero los aretes, me dijo abriendo la primera de las cajas, y mostrándome unos delicados aros de plata con pequeñas incrustaciones de pedrería brillante, un momento después ya tenia ambas orejas perforadas con mis pendientes colocados.
Tomó la segunda de las cajas, de donde saco una especie de pendiente de plata con las mismas piedrecillas de los aretes, acércate me dijo, tomo una gran aguja, la empapo en anestésico y procedió a perforar mi ombligo, en el cual coloco el pendiente.
-Se te ve divino, algún día te haré danzar delante de mi como toda una odalisca, dijo riendo Carolina.
La tercera de las cajas contenía dos argollas de plata con una piedra circular brillante incrustada en su circunferencia. Estas fueron las más dolorosas, terminaron en mi pecho colgando de mis tetillas.
Pensaba que el trabajo sobre mi cuerpo estaba finalizado cuando ví que la dependiente sacó una jeringa y frascos con algunas soluciones.
-¡Que es eso? ¿Qué más me van a hacer?, en ese momento el pánico se apoderó de mi
-je, je, je. Rió Carolina, no seas tan miedosa “mi niña”, es sólo un poquito de colágeno que pondremos en tus labios, nada del otro mundo, sólo será un toquecito para que tu boca quede mas voluptuosa, por cierto esa boquita tiene aun que aprender muchas cosas, tienes que dejar el miedo, las mujeres nos sometemos a todas estas cosas con tal de vernos bellas.
Sentí algunos pinchazos en mis labios, la sustancia penetraba en ellos engrosando su volumen, la boca parecía como adormilada.
-Listo dijo la dependiente, abriendo la puerta del cubículo, afuera le arreglarán el cabello y las uñas.
Hola y media mas tarde al ver por primera vez en todo el día el reflejo de mi imagen en un espejo, tomé conciencia de lo radical de la transformación, Mi rostro absolutamente feminizado con la nueva apariencia de mis cejas y labios estaba enmarcado por un cabello cortado a la “GARÇON” con abundantes reflejos de color miel., dejando ver a ambos lados de mi cara los pendientes. Era sin duda un rostro del que emanaba una sensualidad desconocida para mi, nunca pensé podía yo portar ese magnetismo que ahora irradiaba.
-¿Sorprendida?, y eso que aun no tienes ni una gota de maquillaje, maquillada nadie podrá dudar que se trata del rostro de una mujer, la mujer que yo hice aparecer en ti. Me dijo Carolina. Estaba orgullosa de aquello que consideraba “su obra”.
-¡Dios mio! Pensé, tomando repentina conciencia de lo mucho que había cambiado mi aspecto y de lo lejos que había sido capaz de llegar ¿Cómo explicaría esto a mis padres? Dentro de sólo dos días ellos retornaría a casa. Era demasiado brusco el cambio para aquellos que no habían tenido la oportunidad de ver la muerte de la oruga.
-Carolina, hazme un favor, llévame a mi casa, debo arreglar un par de asuntos.
Cuando me bajé del coche enfrente de la puerta de mi casa Carolina me dijo:
-¿No se te olvida algo?, no me has dado las gracias.
- Gracias Carolina, le dije mientras me dirigí a la puerta.
Décima Parte.
Epilogo
Abrí la puerta de la casa, Sandra que estaba en la sala, no pudo reprimir un gesto de sorpresa cuando me vio.
-¡Hermanito! ¡Estas bellísima! Tienes el rostro distinto, ¿Qué te hiciste en tus labios? ¡Que bellas te dejaron las cejas! El maquillaje es perfecto, se ve supernatural.
-Gracias hermanita, dije con un tono de voz cargado de coquetería. -Carolina me llevó a un centro de estética, hicieron un gran trabajo.
-¿Qué le vas a decir a nuestros padres, llegan mañana en la noche y te van a encontrar convertida en una muñeca.
-A eso vine Sandra, a ver como hago. Le contesté. Eran demasiados cambios en sólo dos semanas, estaba seguro que no los comprenderían.
-¿Me prestas una dormilona para dormir?, le dije a mi hermana antes se subir a acostarme.
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Papa, Mama,
Esta nota probablemente sea el último contacto que tendremos por algún tiempo.
He decidido darle un rumbo diferente a mi vida, un rumbo que me impediría ser un buen hijo a los ojos de Uds.
Me duele mucho tener que separarme de los dos, pero estoy segura que se esa forma será mejor para todos.
Los quiere muchísimo
Su hija
-Sandra ¡Esto fue la única nota que dejó? Preguntó la madre con angustia en su voz.
-Lo único mama, pero el ya venia desde hace algún tiempito actuando medio “rarito”, Uds. no se daban cuenta por que esta siempre muy ocupados en sus propios líos ¿No vistes mi bata de dormir sobre su cama? Anoche el “niño” durmió con ella.
-¿Qué hacemos ahora? ¿Habrá que llamar a la policía?
-La policía no hará nada, recuerda que el muchacho ya es mayor de edad. Respondió el padre sin salir aun de su estupor ante la noticia del drástico cambio de su hijo.
-Mama, recuerda que esta noche me invitaron a cenar en la casa de Carolina
-Si hija, ve, así al menos distraes la mente de esta angustia por lo de tu hermano.
-Tranquilízate mama, seguramente la “niña”, la esta pasando divinamente y tu aquí haciendo un dramón.
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Al otro lado de la puerta ya se escuchaban algunas voces, sabia que dentro de pocos momentos me llamarían.
Dirigí una mirada a las medias de nylon negro que cubrían mis depiladas piernas, nerviosamente trataba de colocar sus costuras milimétricamente alineadas, alisé mi minifalda negra, miré mis manos con sus uñas acrílicas de color rojo intenso, el mismo tono que cubría mis labios.
Quería lucir bella, perfecta, que no hubiese ni un mínimo detalle del cual avergonzarse.
Impaciente caminaba de un lado a otro de la estancia con mis nuevos tacones altos, repitiendo mentalmente lo que me habían enseñado, “pasos pequeños, un pie delante del otro, balanceando un poco las caderas, punta, tacón, punta, tacón,…”.
Del otro lado de la puerta soñó una campañilla, era la señal que debía entrar.
Alisé mi delantal, tomé la bandeja y entré. A un extremo de la mesa estaba sentada mi hermana, le dirigí una vista furtiva y bajé la mirada.
La voz de la señora Cristina, la cual encabezaba la mesa se escuchó:
-Sandra, ya conociste a nuestra nueva criada, se llama Rosa.